
Tras llevar casi ya más de un mes en Madrid, hoy ha tocado callejear en nuestro barrio (que luces que tenemos que en más de un mes no hayamos visitado el barrio). Asi que cual intrepidos aventureros, cogimos nuestros trajes de faena... (vamos cualquier camiseta y vaquero que encontre tirado en el armario) y nos dirigimos al barrio de la Latina a ver que nos deparaba el destino o lo que es lo mismo que bar estaba menos petao como para poder entrar.
Tras ver lo lleno que está un domingo por la noche el barrio y sobre todo como se taja la gente un domingo sin ser apenas las 10 de la noche que algunos estaban ya viendo el coma etílico a los ojos, encontramos un bar que podíamos rebautizarlo como el bar del borde, pero no adelantemos acontecimientos. Al entrar vemos que como misteriosamente de estar totalmente a rebosar el bar hay una pequeña esquina en el que podemos hacernos un pequeño hueco. Felices e ignorantes de la vida alcanzamos nuestro objetivo con un "uyyy que fácil es esto" y al acercarnos a la barra el viejecillo adorable que regentaba el bar nos dice con su melodiosa voz: !Quitaos de ahí, cojones! !Qué por ahí salen los camareros!
Que ternura, que delicadeza, que saberestar. Expulsados de ese paraiso desértico entre todo el bar a rebosar conseguimos hacernos otro hueco cerca de la barra. Ahí volvemos a ver al dulce ancianito a su ayudante sudamericano y tras pedir un par de cañas nos entra el regomello por lo que miramos la carta de raciones. A ver, a ver... patatas bravas, patatas alioli, patatas al ajillo y patatas a las 6 salsas. !Un día es un día! Patatas a las 6 salsas. Esperando nuestra nutritiva cena vemos lo bien que trata el anciano a su camarero: "¡Quítate de ahi mierda que quiero pasar!". Le había faltado decir "sudaca de mierda" para rematarlo. Ni Mauricio Colmenero, oigan.
Tras unos minutos de espera, vemos que lo que pensabamos que sería una ración se convirtió en al menos medio kilo de patatas fritas con distintas salsa para rebañar. Hasta ahí bien, pero se me ha olvidado decir que solo eramos 2 personas ante tal exagerada cantidad de fritatas. Pero como somos como somos, medio kilo de patatas no nos asustó y así que aún estando hasta el culo de tanta salsa, tanta patata y la madre que parió a Matutano nos terminamos aquel festín de sal y grasa (No vuelvo a comer patatas en una buena temporada, no sé si acabaré teniendo pesadillas con Mr Potato reclamando justicia por aquella masacre indiscriminada de tubérculos).
Pero no acaba ahí la jugada, sino que tras andar sin rumbo fijo aún colocados por las patatas entramos en otro bar, uno extremeño. Donde como no, la camarera era tan simpática como el viejuno anterior. Que le pedías una caña y te miraba como "aqui se está rifando una ostia y con tu consumición te regalamos el boleto ganador". Y como aquí es costumbre con cada caña regalan la tapita, aceitunas en este caso... como sigamos este ritmo pronto diremos aquello de: "Me lavo con una esponja atada a un palo"
No hay comentarios:
Publicar un comentario