miércoles, 20 de octubre de 2010

The Secret of the Churros


Tras una semana sucediéndome cosas, pero no lo suficientemente curiosas como para escribir una entrada tales como un hombre cambiándose de pantalones en pleno anden del metro o un grupo de américanos totalmente borrachos a la 1 de la mañana de un jueves y soltando la gran frase en un castellano con acento americano: "Siéntate, estás muy borracho".

Pero hoy me ha sucedido algo que aún me sigue intrigando. Un hecho que yo como periodista debería investigar en profundidad porque fijo que existe una trama ilegal, de espionaje y, porque no decirlo, drogas. Todo se producía por una simple, aunque puñetera práctica del máster: salir a la calle para informar en directo sobre un tema propuesto entre los compañeros, a través del móvil. Mi tema: entrevistar a la churrería de la esquina de la plaza del máster.

Nervioso esperando la llamada, salí de la clase corriendo hasta la churrería, donde una señora teñida de rubia vendía churros al personal... lo normal en una churrería. Pero algo no iba bien, un halo de misterio envolvía aquel lugar. Fue entonces cuando pregunte a la señora churrera si podía hacerles unas preguntas a lo que me contesto: "No, que mi jefe no me deja dar información". Por suerte, el que limpiaba la churrería fue más amable y respondió a mis preguntas y, como no, me lleno el móvil de grasa de los churros... los riesgos del periodismo.

Pero la gran duda está en ¿por qué no le deja dar información su jefe? ¿Qué clase de secreto puede tener un churro, una porra o, incluso, una de esas patatas fritas congeladas? ¿Qué clase de negocio clandestino ocultan esa churrería? ¿Cocaína en vez de azucar?

Me comprometo ha desmantelar la mafia churrera que existe en esta ciudad, fijo que me pongo a tirar del hilo y caen personas importante o acabo durmiendo con los peces en el Manzanares. Así que si desaparezco ya sabeis porque es.

domingo, 10 de octubre de 2010

Latineando que es gerundio



Tras llevar casi ya más de un mes en Madrid, hoy ha tocado callejear en nuestro barrio (que luces que tenemos que en más de un mes no hayamos visitado el barrio). Asi que cual intrepidos aventureros, cogimos nuestros trajes de faena... (vamos cualquier camiseta y vaquero que encontre tirado en el armario) y nos dirigimos al barrio de la Latina a ver que nos deparaba el destino o lo que es lo mismo que bar estaba menos petao como para poder entrar.

Tras ver lo lleno que está un domingo por la noche el barrio y sobre todo como se taja la gente un domingo sin ser apenas las 10 de la noche que algunos estaban ya viendo el coma etílico a los ojos, encontramos un bar que podíamos rebautizarlo como el bar del borde, pero no adelantemos acontecimientos. Al entrar vemos que como misteriosamente de estar totalmente a rebosar el bar hay una pequeña esquina en el que podemos hacernos un pequeño hueco. Felices e ignorantes de la vida alcanzamos nuestro objetivo con un "uyyy que fácil es esto" y al acercarnos a la barra el viejecillo adorable que regentaba el bar nos dice con su melodiosa voz: !Quitaos de ahí, cojones! !Qué por ahí salen los camareros!

Que ternura, que delicadeza, que saberestar. Expulsados de ese paraiso desértico entre todo el bar a rebosar conseguimos hacernos otro hueco cerca de la barra. Ahí volvemos a ver al dulce ancianito a su ayudante sudamericano y tras pedir un par de cañas nos entra el regomello por lo que miramos la carta de raciones. A ver, a ver... patatas bravas, patatas alioli, patatas al ajillo y patatas a las 6 salsas. !Un día es un día! Patatas a las 6 salsas. Esperando nuestra nutritiva cena vemos lo bien que trata el anciano a su camarero: "¡Quítate de ahi mierda que quiero pasar!". Le había faltado decir "sudaca de mierda" para rematarlo. Ni Mauricio Colmenero, oigan.

Tras unos minutos de espera, vemos que lo que pensabamos que sería una ración se convirtió en al menos medio kilo de patatas fritas con distintas salsa para rebañar. Hasta ahí bien, pero se me ha olvidado decir que solo eramos 2 personas ante tal exagerada cantidad de fritatas. Pero como somos como somos, medio kilo de patatas no nos asustó y así que aún estando hasta el culo de tanta salsa, tanta patata y la madre que parió a Matutano nos terminamos aquel festín de sal y grasa (No vuelvo a comer patatas en una buena temporada, no sé si acabaré teniendo pesadillas con Mr Potato reclamando justicia por aquella masacre indiscriminada de tubérculos).

Pero no acaba ahí la jugada, sino que tras andar sin rumbo fijo aún colocados por las patatas entramos en otro bar, uno extremeño. Donde como no, la camarera era tan simpática como el viejuno anterior. Que le pedías una caña y te miraba como "aqui se está rifando una ostia y con tu consumición te regalamos el boleto ganador". Y como aquí es costumbre con cada caña regalan la tapita, aceitunas en este caso... como sigamos este ritmo pronto diremos aquello de: "Me lavo con una esponja atada a un palo"

miércoles, 6 de octubre de 2010

Piensa, Macgyver, piensa



Esta mañana tras desayunar y ducharme... (vamos, todas las tareas que tenía que hacer, a parte de vaguear) fui a mi habitación para coger el portatil. Fue entonces, que tras casi un mes en el piso me he dado cuenta que en la puerta de mi habitación hay un pestillo... (viva mi empanamiento habitual). Así que me ha parecido una brillante idea jugar con él, haciendo caso omiso de lo que habría dicho mi santa madre en esa situación.

Como era de esperar, ha pasado lo que tenía que pasar... me he quedado encerrado en la habitación sin poder quitar el pestillo, estando solo en casa ya que el resto de compañeras del piso no llegan hasta más o menos las 3 de la tarde... Ya me estaba imaginando pasar toda la mañana y parte de la tarde encerrado en esas cuatro paredes llenas de manchas de grasa y mierda en general.

Entonces, por inspiración divina, recordé todos los capítulos de Macgyver que me tragué de crio y comencé a pensar "qué haría Macgyver en esa situación"... la verdad es que tengo tanta mierda en la habitación que sería el paraiso para él. Y de repente, apareció la gran idea... ¿qué hacen en las películas y series para abrir una puerta cerrada? El viejo truco de la tarjeta de crédito. Miré mi cartera las tarjetas que tenia: ¿la visa? Ni de coña, con lo torpe que soy fijo que me la cargo, ¿DNI? Menos aún también me la cargaría, ¿Tarjeta de la biblioteca? Ni hablar, amo demasiado los libros, ¿Tarjeta del gimnasio Oreka? Si... ¿por qué no? Para algo me la había llevado de recuerdo tras desapuntarme.

Por si acaso, miré por internet por si existían webs para aprender a abrir puertas con tarjetas... y efectivamente, hay tropocientas mil páginas de ese tema. Y que bien explicaditas además, el mundo de internet lo tiene todo. Así que... ¡al tema!. Paso la tarjeta por donde la cerradura, empujo y ¡voilá!... la puerta abierta. Terroríficamente fácil.

Así que esta mañana he aprendido 2 cosas importantes en esta vida:
  1. Abrir puertas con tarjetas de crédito, bueno mejor dicho con tarjetas del Oreka
  2. (La más importante) No hacer el imbécil con los pestillos y hacer caso a mi santa madre